lunes, 6 de febrero de 2012

La curación profunda


Conversando largamente con otros profesionales de la salud que practican otras especialidades, he llegado a apreciar en la homeopatía una cualidad que me es difícil reconocer en otras disciplinas. Es habitual escuchar hablar al homeópata experto de los niveles de profundidad a los que puede llegar el medicamento homeopático. Entendiendo la homeopatía como una medicina global capaz de transmitir la señal adecuada para requilibrar nuestra propia e individual capacidad curativa, podría plantearse que favoreciendo y orientando el cambio que el paciente requiere también se puede llegar al mismo destino. Y quizás así sea, pero el cambio que en ocasiones provoca una sola dosis infinitesimal de fármaco homeopático ¡es tan sorprendente! Los cambios conscientes pueden ser igual de efectivos, pero si conocemos una herramienta que es capaz de provocar en sí misma ese cambio, quizás es porque está conectando con algo mucho más profundo que el mundo consciente del paciente. Hay quien asegura que el medicamento homeopático adecuado transmite la señal a lo más profundo de nuestro ser: el alma. El alma es nuestro nido de sentimientos y emociones, nuestro reflejo más puro, incluso nuestra conexión con el mundo espiritual. Cuidando de ella cuidamos globalmente de nuestra salud. Y sólo si conseguimos comprender cuáles son sus necesidades podremos trazar el mapa a seguir para llegar al proceso tan complejo como es el de curar.

Enfermamos cuando la percepción de nuestra realidad íntima no se adecúa a la realidad que vivimos, entonces afloran las luchas internas tanto mentales como físicas que empiezan a expresarse según la predisposición de cada individuo. No se trata por lo tanto de pensar que toda alteración de salud es debida a un trauma mental, sino que un desajuste, cualquiera que sea su origen, tenderá a manifestarse distintamente en cada persona. Por ello la curación no debería ser poner un parche a la expresión sintomática del momento, sino buscar en la profundidad de ese ser cuál es la causa de su mal, por qué ha llegado a esa situación. Efectivamente, además de la carga genética que todos llevamos y que determinará cómo y dónde desarrollamos la enfermedad a lo largo de nuestra vida, todos poseemos también una capacidad natural para irla combatiendo. Cuando una contradicción profunda la compromete, ésta trasladará a nivel físico la tensión no resuelta para intentar eliminarla. Esa es la fase en que suele acudir el paciente al médico, pero el origen sigue siendo el mismo, y si no lo resolvemos, lo único que haremos será ir perpetuando esos síntomas o incluso trasladarlos a otros órganos.

Pero no es fácil sintonizar con nuestras ilusiones cuando la enfermedad está presente. Será precisa una ayuda que alivie la el sufrimiento si, en condiciones de mayor claridad, queremos reflexionar sobre el significado de la dolencia. Si entendemos lo que necesitamos surgirá la necesidad de cambio, y será éste el que realmente acabe ayudando a encontrar el camino de la curación plena. La medicina homeopática clásica persigue precisamente este objetivo, valorar cuál es el remedio que ayuda al enfermo a recuperar su armonía global.

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Medicina homeopática