martes, 17 de julio de 2012

¿Por qué la homeopatía es tan eficaz en los niños?

Los niños son un colectivo que se beneficia cada vez más de los magníficos resultados de los tratamientos homeopáticos. El hecho de tratarse de una terapéutica que por sus características farmacológicas de preparación a altas diluciones no presenta efectos adversos ha inducido a muchos padres a tenerla en consideración a la hora de buscar una opción de salud segura para sus hijos. Pero además de eficaz y segura, la homeopatía en los niños actúa de forma muy rápida, sobretodo en las enfermedades agudas. Ya en los lactantes podemos asegurar que los cólicos a tempranas edades, el malestar por la aparición del primer diente o incluso los trastornos del sueño a las semanas de nacer, se utiliza esta medicina con resultados óptimos. No olvidemos, de todas formas, que con homeopatía tratamos al enfermo más que a la enfermedad, y por ello el remedio prescrito a un niño en función de sus características individuales puede ser distinto al que recetamos a otro niño con el mismo problema o diagnóstico inicial.
La rapidez de acción de los tratamientos homeopáticos en niños es debida básicamente a la facilidad que estos todavía presentan de recibir señales que intenten reequilibrar su propia capacidad curativa. Esto es debido por un lado a que su capacidad de adaptación y respuesta frente a cualquier agresión externa está madurando pero es altamente eficaz siempre que el estímulo sea el correcto y vaya en la misma dirección. Por otro lado también es cierto que su terreno es muy virgen: salvo en algunos pocos casos difícilmente han tenido ocasión de haber padecido enfermedades graves y por tanto han evitado así tratamientos supresores fuertes. Según vamos creciendo, vamos entrando en contacto con factores estresores que ponen a prueba nuestra fisiología homeostática, y si cada vez que ésta se pone en marcha inhibimos su función con terapias agresivas, esto creará más temprano o más tarde una resistencia del organismo a poner en marcha la cascada de reacciones naturales que tiene para defenderse de los mismos. De otra manera, podríamos decir que menguará su capacidad de adaptación al medio y por ende cada vez requerirá de más soporte externo para superar las crisis.
Los procesos agudos suelen responder rápidamente, como decíamos, porque son situaciones sobrevenidas. Pero siempre deberemos atender a las leyes de la naturaleza; en un caso de fiebre, por ejemplo, la función de la homeopatía no será bajar rápidamente esa alta temperatura como haríamos con un antipirético, sino modular el proceso de forma fisiológica y natural para que sea el sistema de auto curación del niño el que finalmente resuelva la situación. O en el caso de una tos no dirigiremos el tratamiento a inhibirla sino que buscaremos el remedio más preciso para reequilibrar aquel desajuste que, por las características del pequeño, está provocando esa alteración a nivel de sus vías respiratorias.
De todos modos, la rapidez de respuesta al tratamiento depende no sólo del proceso que se padezca sino también de la naturaleza del niño. Cuanto más reactivo sea éste, más rápido reaccionará al estímulo del medicamento homeopático.
Como ya he mencionado en anteriores escritos el objetivo del tratamiento homeopático consiste en prescribirle al paciente un único medicamento semejante en los planos físico, emocional y mental que active la curación rápida, eficaz y segura del individuo. Cuando queremos conseguir que además sea permanente o duradera, la única forma que entiendo que esta herramienta nos lo permite, es a través de un único remedio individualizado para cada caso, como nos enseñó el padre de esta disciplina, el Dr. Samuel Hahnemann.

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Medicina homeopática