viernes, 23 de septiembre de 2011

SALUD Y ENFERMEDAD

La OMS define la salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social», y no solo como la ausencia de afecciones o enfermedades. Desde esa visión, aspirar a gozar de un estado óptimo de salud puede resultar casi utópico. Enfermar es un proceso tan inherente a la vida que habría que reconocerlo y aceptarlo como un peldaño más de nuestro camino. De hecho, el cuerpo se encarga diariamente de combatir agresiones externas o incluso internas con una capacidad sublime a fin de preservar su equilibrio, estableciendo lo que se conoce como homeostasis. Para lograr esa estabilidad son necesarios constantes ajustes dinámicos que la propia fisiología se cuida de activar. Nuestro propio organismo, por tanto, es precisamente quien mejor puede procurarnos un estado óptimo de salud, pero para ello no debemos descuidarlo. Incluso debemos escucharlo e intentar entender qué nos dice con sus dolencias. A veces, la propia lucha del cuerpo por mantener el estado de salud se manifiesta a través de síntomas, como por ejemplo la fiebre, que no deberíamos entender como nocivos. Hay que aprender a esperar para saber si es necesaria una ayuda a ese propio sistema de regulación interna que intenta recobrar el equilibrio. La señal de ayuda a la propia capacidad de curación es lo que en definitiva propone la homeopatía. La medicina convencional aborda los síntomas de la enfermedad, intentando erradicarlos o aplacarlos, mientras que la homeopatía busca potenciar y restablecer la salud ayudando al individuo a que mantenga su armonía. La homeopatía no sólo procura reducir las molestias que provocan las enfermedades, sino que intenta prevenir la evolución de esas manifestaciones a cuadros más graves o incluso la aparición de nuevos síntomas.


La enfermedad se asocia generalmente a desgracia, a un mal del que hay que alejarse en lo posible y con celeridad; de hecho sentimos pena por quienes lo sufren. Pero si asumiéramos que enfermar forma parte del proceso de la vida y que el organismo libra una permanente lucha sorda para mantenerse sano, sería más fácil entender que vivir es un premio. Mejor, pues, valorar todo lo que ese proceso nos va dando, sin menospreciar la capacidad de lucha cuando sea precisa. Adoptar hábitos más saludables no cambiará el diagnóstico, pero puede ejercer un papel determinante en el pronóstico y la calidad de vida, sobre todo si se trata de un proceso crónico.

Se comprende así que enfermar lleve en múltiples ocasiones a cambiar de prioridades, pues permite valorar aspectos que hasta entonces habían tenido menor relevancia. La situación favorece un nuevo enfoque de la propia vida y, cuando eso se da, la persona gana conciencia de lo que realmente es importante para ella. Precisamente lo que nos enferma a menudo es no poder ver realizados nuestros sueños más profundos, no ser capaces de ver cómo toman cuerpo nuestras más íntimas ilusiones. Cuando la percepción de la realidad interna no se adecúa a la realidad que vive, una persona puede llegar a enfermar. Y enfermar permite a su vez hacer un alto en el camino, detener el ritmo voraz y tomar conciencia de qué se desea.

El momento en que enfermamos no es casual. En la historia de una persona cualquier circunstancia tiene un sentido, aunque a veces solo el tiempo permitirá entenderlo. Es tarea individual de cada uno intentar llegar a esa respuesta, aunque a veces un médico experto pueda aportar ayuda y consejo. La base del enfoque homeopático es entender el sentido que tiene la enfermedad dentro de la historia vital del paciente, tratándolo individualmente en función de sus características personales y no solo por el diagnóstico, porque la enfermedad no la hallamos fuera de quien la padece, sino que debe comprenderse precisamente en el entorno de esa persona. Solo así se puede pretender restablecer plenamente la salud.

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Medicina homeopática